viernes, 28 de junio de 2013

Eduardo Chibás: vigencia y controversia

Publicado en: http://www.uneac.co.cu/index.php?module=noticias&act=detalle&id=7250

Un grupo de jóvenes cubanos de los años 50 protagonizaron el pasado miércoles 26 de junio en la UNEAC un apasionado debate que demostró cuán viva se mantiene la historia de la nación, sobre todo cuando se trata de las ideas patrióticas que guiaron a la «Generación del Centenario». Una abarrotada sala Rubén Martínez Villena, a la que asistieron también jóvenes de generaciones más recientes, sirvió de sede a la cita convocada bajo el provocador título de: La maleta de Chibás: ¿tenía o no pruebas?. 
El periodista Ciro Bianchi, al presentar el encuentro, destacó el interés que aún despierta el tema a 62 años del incidente y cedió la palabra al escritor e historiador Newton Briones, quien explicó detalladamente sus observaciones históricas sobre la personalidad de Chibás –señalando ejemplos específicos de manipulación de la realidad– y sobre el entorno político y social del país de ese momento, que se encuentran recogidos en su libro General regreso (Editorial Ciencias Sociales, Premio de la Crítica 2005).
Briones reseñó la acusación sin pruebas que Chibás realizara al entonces Ministro de Educación, Aureliano Sánchez Arango –con una reconocida trayectoria en el movimiento revolucionario, desde los tiempos de Mella– por malversación de fondos ante la suposición de que construía un barrio residencial en Guatemala con el dinero del desayuno escolar. En ese sentido, resaltó la importancia de conocer toda la verdad en la historia de la nación, para beneficio del futuro del país. “Si los pueblos no conocen su historia, están condenados a repetir los mismos errores”, insistió.
Al hacer uso de la palabra la hija de Aureliano, Lela Sánchez Echeverría, agradeció la oportunidad que le daba la UNEAC para exponer sus puntos de vista, pues ha cargado toda su vida con el peso familiar de la acusación de Chibás. Al defender la honestidad de su padre, reseñó su libro La polémica infinita: Aureliano vs. Chibás y viceversa (Editorial Quevecor, 2004), una batalla que calificó de “importancia capital para mi familia y para la honra de mi padre”. Destacó el respeto que merecen todas las personalidades, “pero mayor respeto merecen la verdad y la historia”.
La historiadora Ana Cairo, por su parte, también hizo referencia a su libro Eduardo Chibás: Imaginarios (Editorial Oriente, 2010) que fue el resultado de muchos años de investigación sobre el tema y donde se recoge la razón por la cual aún mueve muchas pasiones: “no hay una versión definitiva y única”, sino un “arcoiris” de puntos de vista desde los imaginarios que se construye cada quien a partir de los hechos. “En la historia no existen ángeles, sino seres humanos, con sus cosas buenas y malas”, resaltó.
Llamó la atención sobre un elemento muy importante: el papel que jugó la prensa amarillista de la época para desacreditar la figura de Chibás –en algo parecido a lo que hoy se llama “guerra mediática”, dijo– pues “su trayectoria ha sobrevivido, su leyenda ha ido más allá de su vida y bajo su devoción se forjaron miles de jóvenes, de lo más patriótico y de mayor valor, que se incorporaron a la lucha revolucionaria seguidos por su ejemplo.”
En ese mismo sentido tomaron la palabra varios antiguos miembros de la Juventud Ortodoxa, que rechazaron cualquier crítica destinada a destruir la imagen de Chibás y destacaron el papel que tuvo en la historia de Cuba. “La perfección humana no existe –dijo Pedro Ríos–; con los errores y las virtudes, nadie puede negar que Chibás fue un hombre que logró aglutinar mucho pueblo al terreno de la política de aquella época, que estaba enferma de corrupción”. Ante esa realidad su lema de “Vergüenza contra dinero” fue un detonante, que atrajo a su programa lo mejor de la juventud del centenario y a las personas que libraron la batalla definitiva de la Revolución.
Max Lesnik, quien anunció que había venido desde Miami especialmente a este debate, rememoró pasajes de su historia como joven ortodoxo muy cercano a Chibás y, al estilo de la prédica política de entonces, sintetizó el sentimiento del pueblo ante el ejemplo de su líder: “El disparo del 5 de agosto sirvió para movilizar a su pueblo y recuperar la confianza que había perdido momentáneamente, tras un error político de cálculo que –insistió– no puede borrar su historia”. A la vez indicó que si existía interés político en sus acciones –aspirando a la Presidencia de la República– era para, desde su cargo como Presidente, construir un país mejor.
Criticó fervientemente a quienes calificó de pretender hacer “una crucifixión” de Chibás, al que han insultado con epítetos tan terribles como “demagogo”, “anti-pueblo”, “bandido de la palabra”, etc. y culminó con palabras de Fidel: “de aquel hombre y de aquella prédica, surgió una patria nueva” y “la historia de la Revolución y del 26 de julio está íntimamente ligada a Chibás, fue la continuidad de su ejemplo… que ha dejado de ser la causa, la idea, la ilusión de un Partido para convertirse en la de todo un pueblo”.
Quienes asistimos al encuentro tuvimos el privilegio de contagiarnos con un debate cargado de pasión y de historia, donde unos jóvenes –ya canosos– volvieron a la carga para defender ideas políticas que, estén donde estén y tengan el enfoque que tengan, son reflejo de la más legítima diversidad de opiniones y continúan tributando, de forma enriquecedora, al pensamiento revolucionario de la nación cubana.
De lo que no cabe dudas es de la imperiosa necesidad –como resaltó Miguel Barnet esa tarde– de rescatar figuras de nuestra historia que se han erigido como defensores de la patria; y de la pertinencia de que la UNEAC esté en el centro de estos debates porque, a decir de su Presidente, ello forma parte esencial de la cultura cubana.

miércoles, 19 de junio de 2013

Esos corazones insensatos



¡No soporto a Marina! Con esa sonrisita ficticia y esa vocecita de mujer sufrida. Cuando sale en pantalla reacciono igual que cuando sale Aimé Amargoz en el NTV: ¡pongo en “mute” mi televisor, para no escucharla más! Será muy bonita, muy modelo en la vida real y todo eso… pero no puedo con ella, con sus dedos gordos y sus uñas cortas. Porque lo que es insensato es que sea la más rica y la más tonta, en una absurda combinación de categórica e inconsistente, firme y pusilánime ¡no la ruedo!

En un final, de eso se tratan las telenovelas: de entretener a la gente y sacarla de sus preocupaciones diarias… aunque en ocasiones la realidad sea mucho más rica y tremebunda que cualquier increíble trama que se presenta en ellas. Uno conoce cada situaciones reales… ¡que meten miedo! que si salen en telenovelas no queda más remedio que apagar el televisor.

Sin embargo, con esta no me pierdo un capítulo… y quien me llame por teléfono a esa hora tendrá que hablar con la contestadora automática ¡Porque esta buenísima! Dinámica, con tramas bien llevadas, simpática y picante en los momentos precisos, bien ambientada, excelentemente actuada… una mezcla profesional de buenas formas de hacer televisión, que ni aburre ni desespera (excepto en el caso de Marina, aclaro).

Tanto, que me hace recordar dos íconos inolvidables de las telenovelas brasileñas, que causaron furor en las pantallas cubanas: “Roque Santeiro” y “Vale Todo”. Con “Insensato Corazón” uno se divierte tanto, de tan buena gana, que no quieres que se acabe.

En lo que a trama se refiere, me encanta ese mensaje –muy a tono con su título– que hace honor a la razón de ser de toda telenovela: en cuestiones de amor el corazón es insensato, se fija en cualquiera y nadie puede hacer nada en su contra.

Desde la millonaria pragmática y cansada de pretendientes interesados, que se queda con el Adonis descerebrado que le da la diversión y la seguridad que los señoritos ricos no pueden ofrecer  –la Vivi siempre tiene el mejor bocadillo de la novela–; la modelo voluptuosa, de cuna pobre y honesta, que destruye matrimonios y le guarda fidelidad –casi perfecta– al banquero corrupto y asesino; la ambiciosa capaz de hacer cualquier cosa para subir en la escala social, de familia aparentemente feliz pero insatisfecha en el amor, que no puede renunciar a sus orígenes y termina con un ex presidiario de igual calaña –eso sí: ¡con un cuerpo de sueño!

Y hablando de insensateces, como toda buena telenovela que se adentre en las complejidades del corazón, no teme en tratar el tema “gay”, sin tapujos ni miramientos del horario –para el enojo de los conservadores, protectores de la fe religiosa, que se quejan y repiten que ya no ven telenovelas brasileñas, porque “¡no hay ninguna en que no haya una trama de maricones!”.

Levantando la parada, es que no hay 1 personaje “gay”, sino… ¡4! Desde la pajarita estereotipada, la “perra”, la “sugar”, refinada en el mejor gusto para las modelos; pasando por el “amanerado evidente”, que se vuelve loco con los buenos mozos que hacen ejercicios en la playa de Copacabana… hasta –¡por fin!– el profesor de la Facultad de Derecho, muy varonil y asumido en su sexualidad, que desarrolla una historia muy bonita con un empleado sencillo –el más bello de los galanes de la telenovela, por cierto–, muy confundido en sus gustos, que transita por un cambio muy creíble en su sexualidad, de los brazos de una novia poco exigente a un amor que lo va dominando, en contra de sus propios prejuicios.

Si elogioso es el tratamiento a la diversidad de amores –no sólo en lo que llaman “ambiente gay”, sino en general–, mención especial merece la forma en que se critica a la homofobia: su exponente es un temerario periodista, progresista en sus ideas políticas, luchador por las causas justas y en contra de la corrupción, el atropello… siempre que no sea en la sexualidad de las personas, porque de repente se transforma en el más machista, homofóbico y violento de los personajes.

Esos ejemplares por aquí abundan… que lo de “revolucionario” (o “revolucionaria”) se les pierde cuando de sexualidad se trata.
Aunque seamos honestos: no es la gran cosa, pero entretiene. Y demuestra que se puede hacer telenovela –con toda la carga de banalidades que eso implica– y trascender. Que, a pesar de Marina y su tontería, se puede elaborar un producto de consumo que entretiene y hace reflexionar, sin grandes pretensiones ni didactismos. ¿Qué más se puede pedir?